lunes, 31 de agosto de 2015

Foto de Elombre de la cienaga.
El cacique reunió a toda su raza en el tambo principal, y les habló con la luna a sus espaldas:
- Al principio de los tiempos el Dios Padre y la Diosa Madre amasaron al hombre con maíz cocido, y se amaron para darle vida, y lo colocaron sobre la tierra para que viviera en armonía con ella, y le dijeron: "Tu alegría será nuestra alegría, tu risa nuestra alabanza; mientras recordéis nuestros nombres nosotros existiremos y nuestra sombra os velará como una madre a sus hijos". Y nuestra raza habitó la tierra de mar a mar, y fue feliz, y guardó la memoria de nuestros Dioses.
Pero un día llegaron los hombres blancos para someternos por la fuerza; otros indios se entregaron. Nuestra raza penetró en las selvas. Perdimos nuestra tierra, pero conservamos nuestros Dioses, nuestra lengua y nuestra libertad, y donde estaba la selva volvimos a hacernos una nueva tierra.
Llegaron entonces los negros. Venían huyendo de la esclavitud del blanco, pero como fueron numerosos ocuparon nuestras tierras. Y mi raza se internó entre las ciénagas para encontrar una nueva tierra. Muchas veces nuestra raza tuvo que abandonar sus tierras cultivadas e irse a tierras inhóspitas. Y nuestro número se fue reduciendo.
Un día nuestros padres llegaron junto a estas tierras, y dijeron: "Estas serán para siempre nuestras tierras, y no las abandonaremos. Aquí nos enterraran a nosotros y aquí crecerán nuestros hijos". Y las defendieron de padres a hijos, y los blancos del otro lado del mar respetaron nuestra propiedad. Y mi raza vivió en paz, y se hizo un hogar en la selva.
Un día llegaron los blancos a nuestra tierra; eran policías y soldados, y traían otras armas y una nueva bandera, y quisieron despojarnos de nuestras tierras en nombre de la Patria y el Gobierno. Cuando quisimos defender la tierra mataron a muchos de los nuestros, nos despojaron, y vendieron nuestra tierra a los blancos poderosos. Nos quedó entonces solo este pedazo de tierra que ahora poseemos, aquella que nadie quiso. Ya éramos solo un puñado, pero ya conocíamos los blancos y los negros, los policías y los inspectores, los curas y los soldados, la Patria y el Gobierno, la Ley y la Justicia, los comerciantes y los maestros, los liberales y los conservadores, los colonos ricos y los pobres, y nos juramos: "Nos quedaremos en esta tierra, en este último resto de aquella tierra nuestra que llegaba de mar a mar, y la defenderemos". Fue una lucha difícil, con armas y con papeles, en inspecciones y tribunales, en cárceles y trochas. Muchos de los nuestros han desaparecido en emboscadas y arrestos, pero esta es aún nuestra tierra, y nuestros hijos ríen en las mañanas para alegría de los Dioses.

Y entonces llegaron los misioneros del gran país del norte. Ya no hablaban con la lengua del blanco, sino nuestra propia lengua, y sus palabras eran hermosas, pero desconfiábamos. Nos hablaron de un Dios bueno, nos regalaron ropa de blanco y herramientas, y leche para nuestros hijos y las mujeres que amamantaban. Los niños crecían grandes y fuertes, y confiamos en ellos, y ellos vivieron entre nosotros. Se llevaron muchos jóvenes con ellos a la ciudad, a aprender la sabiduría del hombre blanco. Ya las madres no amamantaban a sus hijos confiadas en la leche de los blancos; pero los blancos no mandaron más leche, y muchos niños murieron. Y las mujeres que habían tomado la leche nunca más volvieron a tener hijos. Los jóvenes que volvieron hablaban como blancos, vestían como blancos, pensaban como blancos, y ya no eran más indios; se reían de nuestra ropa y nuestras costumbres, despreciaban nuestros Dioses, pero no sabían tejer una hamaca ni flechar un pescado; no querían vivir entre su raza, y prefirieron ir a la ciudad a ser sirvientes de los blancos. Nuestro número se redujo aún más. Éramos solo un puñado de viejos estériles, pero ya habíamos aprendido mucho; desde ese día nos juramos para siempre: "Solo nuestra raza vivirá entre nosotros"-.
Los indios repiten, como una oración:
- Solo nuestra raza vivirá entre nosotros.
Tomado del libro ELOMBRE DE LA CIENAGA.