17-LAS
INDIECITAS SE LLEGARON HASTA LA PLAYA DEL LAGO
Buscando leña seca para el fogón las
indiecitas se llegaron hasta la playa del lago, donde va a parar todo lo que el
gran borbotón de agua arroja en el centro; allí suelen encontrar troncos secos
y rotos que el remolino ha vomitado, y a veces los cuerpos despedazados de
animales: cocodrilos que se quedaron dormidos
en la corriente, bagres que se atrevieron a nadar muy cerca del
remolino, nutrias juguetonas, animales que se cayeron al agua en la trampa de
altas paredes. Un tigrillo que está comiendo huye al sentirlas llegar. También
ellas huyen dando gritos, porque en la playa esta vez hay cuerpos de hombres
despedazados. La fuerza del agua les ha arrancado los brazos y las piernas, y
la succión terrible les ha extraído las tripas a través de la boca, y los
troncos son bolsas informes en cuyo interior ruedan huesos rotos y vísceras
machacadas. Los indios cavaron en la misma playa un gran hoyo y enterraron
allí, empujándolos con largos palos, los restos humanos diseminados, las piezas
metálicas del motor, las hilachas desgarradas de la ropa. Encima de todo
quemaron el maderamen del bote, como una ofrenda para ahuyentar los malos espíritus.
Un año después se desató entre ellos
una epidemia de paludismo, y los indios
abandonaron la zona, convencidos de que de todas las maneras los malos espíritus
de aquellos muertos les estaban perjudicando. Se fueron más hacía arriba,
alejándose de las grandes ciénagas, hacía la parte media de la quebrada de
Guaguandó, y allí comenzaron a abrir la selva.
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